El camalote fue solamente el punto de partida, el motor que hizo moverse a la Confederación Hidrográfica del Guadiana (CHG) hace ya cinco años, con el fin de eliminar las especies invasoras asentadas en el río y prevenir su reaparición. En este tiempo sus operarios han retirado nada más y nada menos que 266.000 toneladas de vegetación y fauna alóctona, al tiempo que se han invertido 20 millones de euros en saneamiento y prevención.
El dinero para sufragar esta actuación proviene de fondos europeos del Plan Feder y se ve completado desde 2006 con la colaboración del Ministerio de Trabajo, que financia la contratación de parte del personal necesario para estas operaciones. Se trata de datos que revelan la importancia de un problema sobre el que los expertos han dado la voz de alerta. De hecho, la primera relación de especies que suponen una amenaza para el ecosistema de la región se ha hecho pública hace tan solo un par de meses en un estudio coordinado por el profesor de Ciencias de la UEx, José Luis Pérez Bote, que destaca esta acción llevada a cabo en el Guadiana, además de la tala de pinos en Monfragüe como las únicas dignas de mención que se han desarrollado en la comunidad autónoma.
Este trabajo ha servido para que los autores incidan en la necesidad de considerar la situación como un auténtico problema, tanto por parte de las autoridades como de los ciudadanos. Conseguirlo supondrá actuar. Eso es lo que ha hecho la Confederación, que ha invertido también en crear una brigada especial para actuar en este sentido. Su composición varía de los 70 a los 200 trabajadores, según las épocas, que trabajan entre Badajoz, Cáceres y Ciudad Real.
Su misión no es sólo eliminar manual o mecánicamente aquello que hace daño, sino también reparar las infraestructuras hidraúlicas que hayan sido dañadas y proceder a la desinfección de embarcaciones y medios de flotación que se hayan utilizado en aguas distintas a las del ámbito de gestión correspondiente.
No acaba aquí el compromiso con la salvaguarda medioambiental porque estas labores se refuerzan con una campaña de concienciación y educación ambiental con la que se pretende dar a conocer los problemas que ocasionan las especies invasoras y enseñar los valores de los ecosistemas fluviales.
La elaboración de la Estrategia para la Gestión y Control de las Principales Especies Exóticas es, además, una nueva apuesta de los gestores del Guadiana. Será un catálogo que permitirá conocer las diferentes especies, su presencia, proximidad, efectos y el protocolo de actuación rápida en caso de que sea necesario.
Más allá del camalote
El camalote ha sido el ejemplo más llamativo de especie invasora fluvial en Extremadura, pero no se trata del único. Hay que referirse también al helecho, la lenteja y el jacinto de agua, que son sobre las que más se está actuando en estos momentos, sin olvidar la almeja asiática, que por ahora no está presente en grandes cantidades, así como el temido mejillón cebra, que según CHG no ha llegado todavía a la cuenca pacense.
Además, se ha descubierto una nueva incorporación, la de la 'heterantera reinormes', con unas características vegetativas y de propagación comparables a las del jacinto acuático, aunque todavía no se ha calificado como invasora.
Una nueva aparición ajena al ecosistema regional que convive con otras igualmente foráneas, aunque resultan más comunes por el tiempo que llevan asentadas es el sauce llorón, la mimosa, el ailanto o la acacia tres espinas, que se atacan mediante la tala y posterior tratamiento con fitocida.
Cómo viajan estas especies desde su hábitat natural hasta entornos en los que no encajan es una cuestión que puede producirse de manera espontánea, como en el caso de los moluscos, que llegan adheridos a embarcaciones. Pero también llegan de forma intencionada, como ocurre con los peces siluro o los black bass, que no son de esta tierra por mucho que se esté acostumbrado a oír hablar de ellos. Tampoco los cangrejos rojos, introducidos por la administración como una fórmula para poner en valor los arrozales. Actuaciones que seguramente se han adoptado sin sopesar las consecuencias negativas que tendrían y lo que cuesta eliminarlas.
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